Las regiones

Vallizor: un paraíso verde esmeralda donde los sueños se entrelazan con la tierra.
Imagina un mar de hierba salpicado de árboles solitarios, guardianes ancestrales.
Aquí, la naturaleza y la arquitectura fatri se funden. Las casas, construidas con barro
y plantas vivas, se mimetizan con el paisaje, sus techos cubiertos de musgo y flores.
El aire es templado y dulce, la tierra fértil. Los arroyos serpentean entre los valles,
sus aguas reflejando el cielo azul intenso. Es un lugar donde donde la vida fluye al
ritmo de la naturaleza y, salvo por las anomalías que azotan todo Hadopacia, la
naturaleza es amable todo el año. Un refugio de paz y belleza, donde los fatri han
aprendido a vivir en armonía con la naturaleza.

Valcarus: Tierra de fuego y ceniza, donde la vida florece en los lugares más
inesperados. Volcanes dormidos y activos dibujan un paisaje impresionante, con
laderas cubiertas de vegetación exuberante que desafía la roca volcánica. Los fatri de
Valcarus, maestros de la piedra y la madera, construyen sus hogares con materiales
que la tierra les brinda generosamente.
Aquí, la red micelial, el sistema de comunicación telepática de los fatri, solo alcanza
la mitad del continente, dejando espacio para formas de comunicación que resultan
antiguas y misteriosas para otros. Los visitantes de otras regiones suelen sentirse
desorientados y necesitan guía.

Mantanus: Tierra de montañas imponentes y tesoros ocultos. Un clima caprichoso
moldea este continente pedregoso, donde los picos desafían el cielo y los valles
guardan secretos industriales de antaño. Bajo la superficie, la tierra esconde una
riqueza mineral inigualable: desde metales maleables para forjar herramientas hasta
minerales que conservan el calor de Runfu, el sol de Hadopacia, brindando calor en
los crudos inviernos.
Al igual que en Valcarus, la red micelial solo alcanza una parte de Mantanus, lo que
ha preservado formas de comunicación ancestrales.

Aquasolis: Un paraíso tropical donde el océano susurra secretos ancestrales.
Imagina un archipiélago de islas exuberantes, donde las olas acarician playas de
arena blanca y los arrecifes de coral deslumbran con sus colores vibrantes. Aquí, en
Aquasolis, la vida florece tanto en la tierra como en el mar.
Las algas marinas, deliciosas y nutritivas, son la base de la dieta fatri, los arrecifes de
coral protegen a las islas de las anomalías, y los majestuosos caracoles gigantes,
venerados por los fatris locales, proveen materiales de construcción únicos y
resistentes para todo Hadopacia.

Selvar: Un mundo de hojas y troncos desbordante de vida. Una selva tropical donde
los árboles se elevan como gigantes, sus ramas entrelazadas formando un techo verde
que filtra la luz del sol. En Selvar, la naturaleza es exuberante y generosa, ofreciendo
una variedad infinita de plantas y frutos exóticos.
Los fatri, en perfecta armonía con su entorno, construyen sus hogares con árboles
vivos y utilizan hojas y maderas para crear herramientas ingeniosas, además fue aquí
que se desarrolló la tecnología para convertir la luz de Runfu en energía para guardar
y usar en diversas biomáquinas.

Arinur: Un mar de arena dorada donde la vida florece en oasis secretos. Dunas
interminables se extienden hasta el horizonte, esculpidas por el viento en formas
siempre cambiantes. En Arinur, la supervivencia depende de la búsqueda constante
de oasis, refugios de vida donde el agua brota y la vegetación florece.
Los fatri, nómadas expertos, siguen las pistas que les ofrecen los animales y las
estrellas para encontrar estos tesoros efímeros. En estos oasis, la tierra virgen ofrece
alimento y materiales para crear hermosas tiendas y tejidos. Aunque la red micelial
cubre todo el continente, solo despierta en estos lugares especiales.

Glarzar: Un reino de hielo fuego donde la vida se aferra a la esperanza. Un paisaje
cubierto de nieve y hielo, donde el viento helado azota sin piedad. Pero incluso en
este mundo congelado, la vida encuentra su camino. Durante cuatro meses al año, los
bosques de Glarzar despiertan de su letargo invernal, transformándose en un oasis
de verdor y abundancia.
Los fatri, resistentes y creativos, aprovechan al máximo este breve período de
fertilidad. La madera de los árboles proporciona refugio y calor, mientras que los
frutos, llenos de energía y nutrientes, se convierten en conservas y aceites esenciales
que los sostienen durante el largo invierno y sirven de base para diversos
tratamientos médicos.

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